martes, 3 de julio de 2018

LOS PLÁTANOS DE CANARIAS

Hace un par de semanas en el mercado de venta directa, una vendedora expresaba a una clienta su malestar por la reciente situación de venta con la producción ecológica de plátanos de Canarias. Al parecer, el pequeño comercio tiene ya muy difícil el acceso a este producto puesto que las grandes superficies se han hecho con el dominio de este mercado, ofertando a las grandes empresas productoras la compra de toda su producción que, a su vez, mal paga el trabajo del agricultor. Después, estas grandes empresas y supermercados ofrecen producto ecológico a sus clientes, a un precio que no paga el tiempo de trabajo del agricultor que trabaja a sol y a sombra. 

Ya es muy complejo encontrar plátanos de producción ecológica en pequeños comercios y no quedan muchas más opciones que ir a morir a las grandes superficies, pero para las personas que defendemos un mundo más justo, perseguimos los valores e ideales de la verdadera agricultura ecológica, esto no nos basta y, quizás, deje de consumir plátanos para no ser cómplice de esta situación. Eso ya es libre elección de cada un@.

En el mismo período de tiempo, otra vendedora me expresaba que van a cerrar su empresa puesto que cada vez se hace más difícil luchar contra el poder de grandes superfícies que, viendo el tirón de los productos ecológicos en la sociedad, han decidido subirse al carro y ofrecerlos a sus clientes, pero sin respetar los valores que defiende la agricultura ecológica. Aquella persona me expresaba su malestar, las situaciones con las que tenía que lidiar día sí día también, donde sus clientes se quejaban sobre los precios de los productos, pero nadie valoraba el tiempo de trabajo, el cuidado, la calidad de los mismos y la libre presencia de sustancias tóxicas para el organismo y medio ambiente. Al final, decía, gana la comodidad y economía frente al valor de la salud humana y la del planeta. 

Desde entonces dos son los puestos de venta que han dejado de ofrecer sus productos al consumidor y otros peligran.

Desde aquí siempre trato de compartir, difundir mis reflexiones y hacer más visible la importancia que tiene adoptar hábitos de vida saludables y respetuosos con el medio con el objetivo de garantizar la salud de nuestro entorno y el alimento para las generaciones futuras, así como la prevención de enfermedades que pueden amargarnos la existencia.

Hoy quería remarcar algunos de los valores de la agricultura ecológica y diferenciar entre aquella que defiende, persigue y trabaja el pequeño comercio y aquella que ofertan las grandes superficies.

La agricultura ecológica tal y como se entendía hace unas décadas, es aquella que busca producir alimentos para el abastecimiento humano respetando los ciclos de reproducción de las plantas, mimando la calidad de los suelos con cultivos rotativos y equilibrando las plagas con productos naturales y con las herramientas que ofrece la propia naturaleza para encontrar un equilibrio perfecto que respete el medio en el que se produce, la agricultura de nuestros antepasados. En este sentido, utilizar pesticidas, fertilizantes y abonos de síntesis  destruye el equilibrio del suelo, acaba con los insectos polinizadores y destruye la flora y fauna autóctona. Además, dichos productos pasan a  la cadena alimentaria y, aunque existen límites de consumo seguros, no existen estudios que analicen la combinación de varios productos ingeridos a lo largo de un determinado tiempo, es decir, no hay estudios que conozca la población sobre los efectos de un cóctel de estos químicos en el organismo.

La agricultura ecológica huye del cultivo intensivo que acaba con la riqueza del suelo y lo vuelve inútil sin la fertilización y abono de manera sintética, lo que va a influir directamente en la calidad del producto.

La agricultura ecológica no busca productos perfectos, ni de tamaño grande, brillantes, encerados, de apariencia externa, de duración antinatural, sino que acepta la imperfección como la belleza misma de la naturaleza y apuesta por el sabor y textura únicos de estos productos. Son alimentos mucho más perecederos, señal inequívoca de la ausencia de añadidos químicos.

Todo ello conlleva un trabajo minucioso, horas de dedicación, de estudio, respeto, transmisión de la cultura agrícola, del saber milenario, de desarrollo empático hacia todo lo que nos rodea y de concienciación como seres humanos que forman parte de un todo y que, como tal, debemos actuar para que sea posible el equilibrio natural de todo nuestro ecosistema y, con él, la vida en todos los ámbitos.


En el polo opuesto, tal y como transmiten y denuncian los pequeños comercios, la agricultura ecológica que se vende en grandes superficies solo busca ofrecer lo que demanda el consumidor, sin respetar el tiempo de trabajo del agricultor, presionando económicamente a las productoras, produciendo producto ecológico sin respetar los ciclos naturales, ofreciendo producto todo el año, utilizando productos de síntesis certificados como ecológicos. Son productos que tienen una duración bastante larga, perfectos, brillantes, grandes, que pueden competir con el producto convencional en apariencia y llamar así la atención del consumidor. Con precios muy elevados  para que toda la cadena de producción se beneficie pero cuyas personas más desfavorecidas económicamente son los agricultores. este hecho transmite a la población que el producto ecológico es extremadamente caro, cuando lo que en realidad ocurre es que el producto no ecológico se vende a precios irrisorios por su método de producción y calidad.

 Las grandes superficies ofrecen comodidad y empiezan a ofrecer producto ecológico, pero no olvidemos que no respetan los ideales que defiende esta agricultura. y es que hoy en día ya es complicado diferenciar entre la producción agrícola ecológica 100% de la producción agrícola ecológica que cumple con los mínimos de certificación. Y así, de este modo, el consumidor tiene muy difícil elegir con responsabilidad. Solo queda formar, transmitir, compartir, actuar con el ejemplo y proteger lo que es nuestro, para asegurar la salud de nuestros suelos que nos permita seguir alimentando a la humanidad sin perjuicio de su salud ni la de todos los seres vivos que habitan el planeta. Si queremos que algo cambie, primero debemos cambiar nosotr@s. 

Os dejo con dos reflexiones que realiza una agricultora ecológica valenciana, defendiendo la tierra, la cultura y la tradición. Como ella hay much@s trabajadores/as luchando cada día por ofrecernos lo mejor.








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