lunes, 25 de junio de 2018

PAUTAS Y APRENDIZAJES

De vez en cuando me gusta retomar todos mis apuntes de lo que he ido aprendiendo  a lo largo de estos dos años, en consulta, en cursos de formación y a través de la lectura de artículos, publicaciones y libros sobre nutrición y dietética y salud holística, porque me ayuda a recordar, me centra y me acompaña tomando conciencia de las cosas en las que me voy relajando y que me hacen recaer en algún síntoma.  

He pensado que estos apuntes y anotaciones, aunque son muy básicos, imperfectos e incompletos y, los cuáles, han pasado por el filtro de mi comprensión y percepción pueden servir de ayuda para comprender un poquito más lo que puede estar ocurriéndonos a tantas personas que leeis el blog y que buscáis orientación y comprensión en situaciones similares a la que yo viví.

Así que aquí os dejo un resumen de mis apuntes. Cuando las personas enfermamos es imprescindible buscar el origen de dicho desequilibrio para poder subsanar el problema de raíz. la medicina convencional nos ayuda a paliar los síntomas o solucionar los problemas, pero en muchas ocasiones hay efectos secundarios graves o las soluciones planteadas son demasiado drásticas. Es importante que haya una colaboración entre la medicina convencional y la medicina integrativa, biología aplicada y otras terapias alternativas que permitan llegar a la raíz del problema y solucionarla para siempre. 

En primer lugar es importante conocer que, cuando una persona enferma, ésta puede tener en su codificación genética unas probabilidades de desarrollar ciertas enfermedades que, si hay un entorno favorable a ellas, se desarrollarán. Otras enfermedades se desarrollan por malos hábitos sin tener una predisposición genética dada. Son múltiples los factores que van a influir en la aparición o no de una determinada patología. Entre estos factores están los malos hábitos de vida: mala alimentación, mala gestión del estrés, y pobres hábitos de actividad física, contaminación ambiental, uso excesivo de medicamentos, entre otros. 
Los malos hábitos de vida pueden desequilibrar tres sistemas u órganos fundamentales de nuestro organismo: el sistema hormonal, el sistema hepato-vesicular y el sistema digestivo, más concretamente los intestinos y su funcionamiento.

El sistema hormonal regula las reacciones y procesos bioquímicos que ocurren dentro de nuestro organismo. Las hormonas son como mensajeros gracias a los cuáles cada sistema sabe qué función tiene que realizar en cada momento. Si existe un desequilibrio hormonal, estas reacciones bioquímicas no se van a realizar de forma correcta y, por tanto, a lo largo del tiempo, tendremos carencias o "fallos" que desencadenarán procesos patológicos. Nuestro organismo trata de equilibrar esos "fallos" de manera sabia, pero estos reequilibrios suelen ir en detrimento de otras funciones básicas. Así, por ejemplo, si nuestro sistema nervioso está demasiado alterado por una mala gestión del estrés, probablemente necesite la ayuda del sistema endocrino (hormonal) para soportar esa etapa de desequilibrio nervioso y posibilitar los procesos necesarios que permitan al organismo subsistir. Si el sistema endocrino está demasiado ocupado en una tarea que no debería requerir tanto sobreesfuerzo, el sistema va a priorizar tareas dejando de lado otras, lo que puede desencadenar, por ejemplo, en un retraso en la menstruación, ausencia de la misma, dolores por desequilibrio hormonal, migrañas, etc. 

Hoy en día existen muchos factores que pueden alterar el sistema endocrino: una mala alimentación, poca actividad física, mala gestión del estrés, contaminación ambiental, uso de medicamentos, alteradores endocrinos presentes en pinturas, perfumes, gases, agua del grifo, agua embotellada, envoltorios plásticos y poliestireno en los alimentos, productos cosméticos, entre otros.


El hígado y la vesícula, por su parte, tienen la función de procesar y transformar muchas de las sustancias que ingerimos y, al mismo tiempo, eliminar todo aquello que nuestro organismo no necesita. El hígado desarrolla su función en tres fases, cada una con un proceso determinado.  Cuando el hígado no realiza bien alguna de estas fases los productos que genera no son los adecuados y esto puede dar lugar a ciertas patologías. Si a este hecho se une un desequilibrio o un mal funcionamiento hormonal, el problema puede resultar más grave.
El funcionamiento del hígado es muy complejo y a la vez muy interesante, pero no me extenderé más en este post. Si alguna persona estuviese interesada en tener más información, podría compartir con ella  lo que he ido aprendiendo.

 El intestino está poblado por millones de bacterias, unas beneficiosa y otras no tanto. Para que un organismo esté en un estado de salud óptimo tiene que tener más número de bacterias beneficiosas que patógenas. Las bacterias beneficiosas contribuyen al buen mantenimiento de la capa mucosa que protege el intestino y éstas se alimentan de fibra no digerible - la que el estómago no descompone- y aumentan en cantidad con el consumo de alimentos probióticos. Por otro lado, las bacterias patógenas se alimentan de azúcares y levaduras (explicado de forma sencilla, todo es mucho más complejo) y además, se alimentan de la capa mucosa del intestino. 

Atendiendo a estas características, si una persona tiene un número elevado de bacterias patógenas, éstas se "comen" la capa mucosa, que es la que protege al organismo de la entrada en la sangre de sustancias nocivas para la salud, de bacterias, proteínas que no se han descompuesto en sus aminoácidos de forma correcta, moléculas más grandes de lo deseado, etc. El intestino, sin su capa protectora se vuelve permeable y empiezan a pasar sustancias tóxicas a la sangre, lo que provoca una inflamación interna que, mantenida en el tiempo, da lugar a importantes desequilibrios en multitud de reacciones y procesos químicos, lo que va a originar, tarde o temprano, alguna patología.

Si tenemos alguno de estos tres sistemas u órganos afectado por unos malos hábitos de vida, estaremos sufriendo un proceso inflamatorio interno. La mayoría de la población lo sufre de manera inconsciente y solo conoce de su existencia cuando aparece alguna patología que perdura en el tiempo o es recurrente.

Muchas personas tienen una flora intestinal patológica, es decir,  un desequilibrio en el nivel de bacterias, predominando las patógenas. ¿Y POR QUÉ? Porque no se alimentan correctamente, están en un medio muy contaminado, toman medicamentos, antibióticos, viven estresadas y con mucha presión y se han olvidado de vivir pausadamente el día a día.

Frente a la contaminación que escapa a nuestras manos y los disruptores endocrinos que tocamos, inhalamos a diario podemos hacer poco, aunque hay algunas pautas básicas, pero ahora no voy a extenderme aquí. Paso a centrarme en lo que sí podemos controlar.

¿QUÉ "ALIMENTOS" HACEN QUE NUESTRA FLORA SE DESEQUILIBRE?

El consumo de pan blanco, trigo, gluten (consumido a diario, el gluten es  proinflamatorio, especialmente el gluten de trigo y debería consumirse con moderación y siempre de calidad) pastas, arroz blanco, todo tipo de cereales refinados, inflados (los de desayuno que nos ha vendido la industria americana), el consumo de pan con levaduras a diario, los lácteos y derivados industriales de todo tipo, especialmente de vaca y los de producción convencional, la bollería industrial y casera (ésta última tomada a menudo, de vez en cuando no pasa nada), el azúcar, el azúcar de coco, panela, edulcorantes de todo tipo (menos la stevia en hoja, no la de polvillo), siropes, melazas, miel (estas dos últimas se pueden consumir de forma esporádica), galletas, rosquilletas, horneados de harina, pescado de piscifactoría, carnes no ecológicas, excesivo consumo de carne a la semana, zumos de brick, zumos naturales (si se consumen a diario, pues son azúcar directo en sangre, mejor tomar la pieza entera con su fibra), pizzas, hamburguesas, salsas, grasas saturadas.

Por el contrario, ¿QUÉ COSAS FAVORECEN LAS BACTERIAS BUENAS PARA DESTERRAR A LAS PATÓGENAS?

El consumo de cereales que no contengan gluten (arroz, mijo, quinoa, amaranto, trigo sarraceno, avena) y siempre integrales, el consumo  de legumbres (2-3-4 raciones semanales), frutos secos sin salar, ni freír, crudos o tostados en casa, semillas crudas o tostadas en casa (calabaza, sésamo, lino y chía siempre molidas o remojadas 8h), grasas saludables con equilibrio de omega 3-6-9 (frutos secos, aceite de oliva, de lino, de sésamo, aguacates, semillas), fruta fresca de temporada entera, muchas verduras ecológicas de temporada, alimentos prebióticos y probióticos - verduras fermentadas, encurtidos, patatas cocinadas con piel y enfriadas en nevera 24h, plátanos verdes, manzanas asadas con piel y enfriadas 24h en never, entre otros-, hongos-setas y si se quiere, huevos siempre ecológicos,  carne consumida de manera moderada (1-2 veces en semana), siempre ecológica,  para evitar hormonas , antibióticos y contaminantes y pescado fresco, nunca de piscifactoría y siempre que sea posible pequeño (sardinas, anchoas, salmonetes, etc., ya que es el menos contaminado con metales pesados, que también son muy inflamatorios)

Respecto a los dulces: horneados caseros, helados, tartas, postres, es mejor no consumirlos y de hacerlo que sea de manera esporádica. El paladar se reeduca al eliminar el azúcar o edulcorante añadido y empiezas a apreciar el sabor dulce natural de los alimentos, además de que se reduce la ansiedad, los cambios de humor, la bajada de energía entre otros muchos aspectos que ahora no mencionaré.



Ahora bien, si una persona padece alguna enfermedad o desequilibrio es muy importante que acuda a un buen profesional que le realice un estudio a todos los niveles, para conocer en qué estado se encuentra sus sistema endocrino, su hígado o su intestino y, en función de su caso concreto, adaptarle las pautas de alimentación, porque no cumplen todos los alimentos las mismas funciones ni todas las personas tienen carencias o desequilibrios iguales. Es preciso hacer una adaptación individualizada.

Por otro lado, es recomendable que todas las personas realicemos actividad física diaria un mínimo de una hora al día. Dicha actividad va a depender de las características de cada uno/a y de su condición física. Así dependerá el nivel de intensidad y el tipo de ejercicio a realizar pudiendo empezar desde paseos a ritmo medio-alto, carrera, natación, bicicleta, ejercicios aeróbicos practicados a partir de diferentes disciplinas, yoga, pilates, meditación, entre otros.


Esperando que estos apuntes sirvan de base orientativa para aquellas personas a las que no os dan ninguna esperanza, estáis hartas de sufrir tontamente y sentís curiosidad por conocer vuestro cuerpo y experimentar mejorías. Como os he comentado con anterioridad, son aprendizajes pasados por mi filtro y que a mi me han venido muy bien, me han hecho sentir  mejor, y han cambiado por completo mi estilo de vida y mi salud. 

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