Ayer, cuando paseaba por la ciudad después de hacer unas gestiones, me reencontré con mi familia y, hablando con ellos, a su vez, se encontraron con unos conocidos. Estuvimos charlando un rato. La mujer llevaba en la mano unas bolsas de un conocido supermercado y mi padre, que es muy expresivo, las miró, me miró y me dijo: mira lo que ha comprado, porque tienen mucha confianza y su conversación tenía tintes de broma y humor. Yo miré la bolsa que me enseñaba la señora y vi muchas bolsas y paquetes de ensaladas de bolsa. Le respondí: Bueno, cada uno sabe lo que compra y es responsable de lo que compra. Rápidamente el marido, que supongo sabía por dónde quería llevar la conversación mi padre, porque intuyo ya habían tratado este tema con anterioridad, dijo: Claro que sí, como debe ser. fuera el ecologismo. El ecologismo es muy caro. Fuera todo lo ecológico. Mi padre me miraba pero yo no dije nada. Mi mente empezaba a reflexionar y a analizar por qué aquel señor al que yo acababa de conocer hacía esas afirmaciones que solo se basaban en un aspecto económico y que, en parte, tenía mucha razón.
Es triste pensarlo pero es así, gran parte de la población tiene un concepto de la alimentación ecológica basado en el coste económico de la misma y, en ocasiones, lo ven como una moda que va surgiendo de unos años hacia aquí, pero, hablar de alimentación ecológica no es más que trasladarse unas cuántas décadas atrás y pensar cómo nuestros abuelos o bisabuelos cultivaban y cuidaban sus campos. Entonces no tenían la certificación ecológica pero eran muchos menos los productos y sustancias que se utilizaban para producir y asegurar las cosechas. Se respetaban los ritmos de la propia naturaleza y se comían los alimentos en temporada. Era impensable comer tomates en invierno o brócoli en verano. pero claro, las técnicas de producción han evolucionado y también se ha súper multiplicado la población, lo que ha llevado al ser humano a la necesidad de utilizar diversos métodos que posibiliten la producción a gran escala para alimentarnos. Aunque esto sea cierto, no es necesario producir productos fuera de su temporada, aunque claro, puestos a producir, mejor darnos el capricho de tener todo lo que quiero cuando quiero, como quiero y porque me apetece. No me extenderé más en este apartado.
Entendería dicha afirmación viniendo de una familia con muchísimas dificultades económicas que no llegase a fin de mes, pero creo que no era el caso. Todo es cuestión de prioridades.
Otra de las reflexiones que me vino a la mente es por qué ese señor no era capaz de ver que comprando en un gran supermercado, no digo ya ecológico o no, lo que estaba haciendo era favorecer el enriquecimiento de una sola persona dueña de la empresa, que vende esos productos al mínimo precio a costa de un agricultor o empresa de agricultores que se ven forzados a producir a gran escala productos de la más baja calidad, puesto que son forzados a crecer y duplicar su tamaño en un mes más o menos, algo antinatural y que percibe a cambio una ínfima parte del precio que el consumidor paga. Tampoco tenía en cuenta las horas de trabajo inacabable de esos agricultores que siguen al pie del cañón todos los días de la semana sin importar el clima externo, si es fin de semana o festivo. Seguro que este señor, bien vestido, al que intuyo no le faltaba de nada, no disfrutaría teniendo que esforzarse sobremanera, sin poder estar con su familia y a cambio de un sueldo que no se corresponde al esfuerzo que comporta dicho trabajo. tampoco creo que disfrutase viendo cómo algún miembro de su familia tuviese que vivir en esas condiciones.
No sé por qué no consideraba la posibilidad de ir a comprar a un mercado, sea ecológico o no, donde el agricultor, generalmente, vende su propia cosecha, sin necesidad de intermediarios, dando la posibilidad de tener un sueldo digno a un pequeño empresario y, enriqueciendo por tanto, la economía de la comunidad y del país. Tampoco se tenía en cuenta que acudiendo a los supermercados, se favorecía que los precios del pequeño agricultor y los productos ecológicos fuesen más caros. Una pescadilla que se muerde la cola.
No comprendía cómo este señor no era consciente de que las grandes superficies han acabado con la agricultura tradicional y son cómplices de la destrucción de la tierra a través de la explotación intensiva de los campos. Entiendo por ello que tampoco conocía los efectos en la salud que tiene consumir este tipo de productos muy pobre en nutrientes y su relación con el gran aumento de enfermedades en nuestra sociedad.
Tampoco creo que supiera que las ensaladas embolsadas van tratadas con sustancias que retardan o evitan la aparición de hongos o mohos en las verduras. ya que una lechuga sin embolsar, ecológica o no, tiene una durabilidad mucho menor que las que van embolsadas. Eso sí, tiene taras, están feas y, si son ecológicas, van repletas de compañía (orugas, caracoles y otros bichitos), señal de que no están infestadas de productos químicos que luego nos comemos. Nada que ver con la perfección de las verduras empaquetadas de grandes superficies totalmente antinatural. Verduras de producción en cadena.
Y, por último, tampoco escuché alusiones al hecho de que las verduras embolsadas en plástico supusieran un enriquecimiento de las mismas en alteradores endocrinos debido a las sustancias tóxicas que los mismos dejan sobre los alimentos ni al problema de contaminación o gestión de residuos que dichos envases generan en nuestra sociedad y medio ambiente. No creo supiera de la precariedad en la salud de nuestra biodiversidad y los problemas que van a tener las generaciones futuras tanto en materia de salud como en la posibilidad o no de disfrutar de parajes naturales como los que probablemente él haya tenido la suerte de disfrutar.
Y es que nuestras decisiones y actos tienen consecuencias, graves o no y muchísimas veces no somos conscientes de ellas.
No le culpo, porque probablemente no ha tenido acceso a una formación que le ofreciera información necesaria para que, con todo en la mano, tomase decisiones de compra responsables y sostenibles. Quizás me equivoque y esta persona tenga verdaderos problemas económicos y no tenga mucho que comer para pasar el mes.
Y ahora yo me pregunto: ¿Por qué hay este desconocimiento en la sociedad? ¿Por qué no se nos ofrece una educación para la salud que nos permita hacernos responsables de nuestras enfermedades y patologías? ¿Por qué no se nos enseña que estamos de paso por este mundo y que del mismo modo que nosotr@s disfrutamos de él, las generaciones futuras tienen derecho a hacerlo? ¿Quiénes nos creemos que somos para destruir el entorno que nos rodea de la manera en que lo estamos haciendo?
Hoy, en un curso de formación para maestr@s sobre huertos escolares nos preguntábamos cuál es la función de ciertos insectos en la naturaleza. Simplemente están ahí, son parte de la vida. Entonces nos hemos preguntado acerca de cuál es nuestra función en el medio en que vivimos. Una compañera ha respondido la destrucción.
Quiero pensar que es una situación reversible pero, hoy por hoy, aunque ya hay grandes cambios y cada vez más concienciación, parece que el ser humano se dedica a destruir aquello que toca, y, con ello, camina hacia su propia autodestrucción. No hay más que ver la cantidad de gente joven enferma y muriendo a edades muy tempranas o con enfermedades raras, hijos con problemas, especies de animales extinguiéndose como si nada...
Seguiremos trabajando por un mundo mejor, porque yo quiero destruir lo menos posible este mundo tan maravilloso y bello que la madre naturaleza nos ha dado o, al menos, lo que queda de él.