Much@s sabéis que trabajo en una escuela pública y que, como maestra, una de mis obligaciones es trabajar la educación para la salud.
En los centros escolares debería promoverse una educación para la alimentación que hiciera conscientes al alumnado y a sus familias de la importancia que tienen en nuestra salud las decisiones de compra que realizamos, los alimentos que ingerimos y su calidad. Es para ello necesario una formación adecuada a todo el personal que atiende a niñ@s y familias y, aunque ya se observan pasos de cambio, todavía queda mucho por hacer. Sin más, hace unos días, en una escuela pública, con la mejor de las intenciones, la empresa de comedor había realizado unas jornadas para promover el desayuno saludable donde lo que se ofrecía al alumnado eran: galletas, zumos de brick, leche con cola-cao o nesquick, tostada de pan precongelado, aceite y mermelada industrial y una pieza de fruta.
Es inconcebible que en una institución como es la escuela se ofrezcan como desayuno saludable todos estos productos que, a excepción de la fruta y el aceite, son productos ultraprocesados cuya cantidad en azúcar excede las recomendaciones de la OMS. Queda claro que hay un desconocimiento tremendo entorno a la alimentación y nutrición y se siguen perpetuando modelos nutricionales occidentales influenciados por los intereses económicos de las empresas que conllevan errores y desinformación en toda la comunidad escolar. Es inconcebible que estos menús estén diseñados por algun@s dietistas nutricionistas que están muy desactualizad@s. Pongámonos seri@s y como educadores y familias luchemos por lo que las futuras generaciones se merecen. Busquemos un camino que nos lleve a la prevención de enfermedades y a una vida saludable y no a la búsqueda de soluciones cuando ya tenemos el problema encima.
Por otro lado, siguiendo con la alimentación en las escuelas, hace unas semanas no tuve más remedio que quedarme a comer en el centro escolar. Si bien el menú de ese día podríamos clasificarlo como medio aceptable : lentejas con verduras y pez espada (nada recomendable para el consumo por su alto contenido en mercurio) con ensalada, he de decir que no me extraña que los niños y niñas no se coman la ensalada porque no sabía a nada. Las verduras parecían de plástico, como las que se venden en grandes superfícies y solo sabían literalmente a agua. Es una pena que, a estas edades, que es cuando se establecen los hábitos de alimentación saludables y cuando se desarrollan las papilas gustativas, el mensaje que reciben los niños y niñas usuarios de los comedores escolares sea que las verduras y frutas son insípidas y están malas, nada más lejos de la realidad. Por consiguiente, posteriormente, aprenderán a buscar placer en la comida en "alimentos" demasiado procesados y "enriquecidos" con potenciadores del sabor como las aceitunas de bote, las patatas fritas de bolsa, palomitas, dulces, bollería, galletas, postres, hamburguesas industriales, pizzas, quesos de mala calidad, etc. Tampoco comprendo cómo en los menús escolares se siguen pautando días en que los postres son profiteroles, helados industriales, yogures de sabores, zumos de brick o se elaboran platos con patatas precongeladas con aceite de palma, tomates fritos con azúcar, panes y pastas refinados y de masas pre-cocidas que utilizan complementos panarios. Y aún podemos dar gracias en nuestra escuela, ya que el menú se elabora diariamente en cocina.
Debemos buscar soluciones rápidas a todos estos aspectos a mejorar valorando los precios de los menús escolares. Es difícil ofrecer un menú de calidad por un precio económico, aunque ya hay empresas y comedores escolares que trabajan ofreciendo productos de calidad y menús adecuados para el buen desarrollo y crecimiento infantil, creando, además conciencia de salud y medio ambiente.
Teniendo todo esto en cuenta, es importante que si no queda otro remedio más que dejar a nuestro niño/a en el comedor de la escuela, en casa compensemos con una alimentación de la mejor calidad posible: con proteínas de calidad (evitando todo lo posible los embutidos y procesados cárnicos, carnes ecológicas, pescados pequeños que no sean de piscifactoría, yogures (si se eligen) blancos sin edulcorar y a ser posibles ecológicos para evitar hormonas, quesos de calidad de queso o de cabra, pan artesanal de horno tradicional integral a ser posible, pastas y cereales integrales (arroz, cebada, mijo, quinoa, espelta, kamut, etc), legumbres varias veces a la semana, verduras y frutas en un 80% de la proporción del plato y reservar los productos azucarados para ocasiones especiales y esporádicas. Los niños y niñas deben aprender que los productos azucarados son productos que podemos tomar de manera especial y no como norma, a diario, para que en un futuro tomen decisiones y elecciones que beneficien a su salud.
Siguiendo en esta línea, en la escuela nos planteamos qué pautas de almuerzo vamos a marcar y de qué forma vamos a celebrar los cumpleaños en las aulas, especialmente en Educación Infantil.
Es duro y constante el trabajo de concienciación que he ido haciendo con mis familias entorno a los hábitos de alimentación saludable, pero he observado grandes cambios en los almuerzos: han pasado de traer petit-suisse y yogures azucarados a lanzarse con el yogur blanco endulzado con fruta y frutos secos, de traer una pieza de fruta o dos a la semana, a traer fruta casi todos los días acompañada de frutos secos, de usar el pan de molde repleto de azúcares y conservantes, a servir el pan tradicional que, además, ayuda a desarrollar la musculatura facial del niño/a; de traer zumos de brick a almorzar batidos de espinacas y plátano; de poner nocilla a acompañar pan con unas onzas de chocolate puro al 70-80%.
Los niños y niñas se lo comen, con una sonrisa en la cara. Se les educa el paladar y lo acaban aceptando.
Como anécdota, el otro día una niña que trajo una gelatina de fresa en cuanto la sacó de la mochila, me la trajo y me dijo: "profe, yo no quiero la gelatina, quiero una manzana del comedor".
Otra de las decisiones que tomé este curso fue en torno a las celebraciones de cumpleaños. Si bien hasta ahora habían traído bizcochos caseros, la idea de que almorzaran algo con demasiado azúcar, siendo que tenemos cumpleaños muy a menudo, no me agradaba demasiado, teniendo en cuenta que a la salida del colegio algunos/as suelen merendar cosas poco saludables y que, cuando hay cumpleaños, las celebraciones suelen extenderse hasta en tres celebraciones: el aula, el cumpleaños con amigos/as fuera del cole y la celebración en familia, todas ellas con la tradicional tarta. Así pues decidí que este año probaríamos a hacer brochetas de chuches, que tanto les gustan, pero éstas serían "brochetas de chuches de fruta".
Al principio solo algunos/as comían, pero poco a poco, el hecho de tener que montarse las brochetas ellos y ellas, el colorido y el ir descubriendo nuevos sabores han hecho que disfruten y coman mucho más que con los bizcochos de años pasados. además, ahora algun@s ya etiquetan de chuche a las frutas. Toda una experiencia muy positiva que pienso seguir transmitiendo de generación en generación.
Aquí os dejo con alguna imagen preciosa de las maravillas que disfrutan en el aula. (Aunque en la imagen aparecen platos de plástico, en el aula intentamos utilizar los menos utensilios de usar y tirar. En la fotografía aparecen porque ese día la familia había aportado su fruta en dichos recipientes)
En definitiva, creo que si queremos un cambio y enseñar a nuestros niños y niñas a comer de forma saludable, debemos salir de la comodidad y empezar a hacer pequeños cambios que juntos sumen un cambio mayor, para que todos y todas volvamos a comer saludablemente, como hacían nuestr@s abuel@s y bisabuel@s.
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