lunes, 19 de septiembre de 2016

¿POR QUÉ YA NO VALE COMER COMO ANTES?

Una de las reflexiones que más ha rondado mi cabeza desde hace 10 meses, tras el cambio en mis hábitos de alimentación, el paso por diferentes nutricionistas y profesionales de la salud, los cursos y charlas a las que he acudido y las lecturas de muy diversa índole y opiniones encontradas, es el por qué ya no sirve comer como lo estamos haciendo en la sociedad actual.

Si nos paramos a reflexionar en los menús que elaboramos a diario en nuestras casas podemos pensar en una comida que incluye ensalada, un primer plato que puede ser: pasta (refinada), legumbres, sopa (de pasta refinada), arroz(refinado) (y en el mejor de los casos algún otro cereal), un segundo plato compuesto por algún tipo de carne, huevos o pescado y postre: fruta o dulce y en ocasiones fruta y dulce. 
Estos menús que tomamos a diario suelen tener una cantidad de calorías que supera con creces las necesidades de nuestro organismo atendiendo a las actividades que hoy día realizamos, a no ser que ajustemos las proporciones a nuestra necesidad. Además, en un mismo menú se suelen combinar hidratos de carbono, proteínas y frutas que tomados en una misma comida dan como resultado flatulencias y digestiones pesadas, como por ejemplo la ingesta de legumbres con proteína animal o la sandía y melón tras la comida. Existen alimentos que tomados con otros en un mismo plato dan como resultado pesadez y gases. ¿Quién no se ha sentido a punto de estallar después de tomar un buen puchero o una fabada asturiana? ¿Quiere esto decir que es malo tomar estos platos? Bajo mi humilde opinión, no creo que sea contraproducente tomar dichas recetas siempre y cuando no sea la tónica diaria.

Tal como apuntaba E. Gornati, si nos remontamos unos 60-100 años atrás, pensando en nuestros abuelos y bisabuelos ellos solían tomar platos hipercalóricos como estos, pero ojo, no todos los días. Nuestros bisabuelos vivían en una época de escasez donde no todo el mundo podía permitirse el lujo de matar un pollo cada semana, un cerdo o cualquier otro animal. Muchas familias no tenían recursos económicos para poder comer carne de ternera o cordero. Por otro lado, aquellos que tenían medios cuidaban sus propios animales para consumo alimentándolos con preparados, pastas, papillas, piensos y forrajes hechos en casa con mimo y cuidado o de mejor calidad que los que se usan hoy en día, y el tiempo de cría era mucho mayor, comparándolo con el tiempo que se tarda hoy - 3 meses para un pollo en la actualidad, 1 año para hace un siglo-. Lo mismo ocurría con el pescado. Así pues, a diario solían cocinarse platos con verduras, legumbres, restos de carne de alguna matanza realizada ocasionalmente o de comidas especiales y los platos más contundentes como podrían ser la paella, el cocido, las legumbres con bacalao o embutido se reservaban para días especiales o algún fin de semana.  
Centrémonos, por otro lado, en el tipo de actividad diaria que realizaban por aquel entonces. Generalmente, en aquellos años la actividad laboral requería un mayor desgaste físico: trabajos agrarios, turnos extenuantes en fábricas, entre otros. Dicho desgaste físico hacia necesario un mayor aporte calórico que permitiese recuperar la energía consumida. Pero, ¿hoy en día seguimos realizando ese tipo de tareas?

La situación actual es cualitativamente diferente en ambos sentidos: por un lado, la actividad agraria y los turnos de fábricas se han visto disminuidos en gran medida, aunque todavía existe un gran número de personas en dichos empleos, pero no podemos obviar que la tendencia gira hacia un trabajo en el que la mayor parte del tiempo estamos sentados, frente a un ordenador, en una oficina. El trabajo de campo y en fábrica se ha visto simplificado por los grandes avances tecnológicos que hacen más sencilla la labor de cultivo, crianza, cosecha, almacenamiento, distribución y fabricación. Cambios que repercuten en las necesidades energéticas y nutricionales de nuestro organismo. 
Por otro lado, las mejoras en la calidad de vida, el aumento de empleos, los mejores sueldos, las comodidades, el creciente aumento en la producción de alimentos procesados industriales a precios muy asequibles, las facilidades en exportación e importación de productos, el aumento en la demanda de productos cárnicos que vino seguido de la necesidad de producir a un nivel mucho mayor para dar respuesta a la demanda, la introducción de piensos procedentes de cultivos de baja calidad para la ganadería destinada a consumo humano, la creciente demanda de cereales, frutas, legumbres, vegetales, entre otros, han hecho que tengamos a nuestra disposición un sinfín de "alimentos" que ingerimos a diario en amplios menús que nos aportan, por un lado, un gran número de calorías que no vamos a gastar y, por otro lado, nutrientes empobrecidos por el descenso en calidad del producto alimenticio.

Hoy en día no necesitamos comer todos esos platos en un mismo menú. ¿Que están ricos? Sí. ¿Nos sentimos llenos y satisfechos después de tomar un menú completo? Sí y no. Satisfechos momentáneamente puesto que cuanto más comemos más nos pide el organismo en una espiral sin fin, e insatisfechos puesto que la sensación de pesadez constante, que ralentiza nuestra actividad y disminuye nuestra energía, no nos deja disfrutar de un estado físico y mental brillante.

Creo, después de mi experiencia personal, que no es necesario tomar enormes platos de alimento donde estén presentes todo tipo de nutrientes, sino a lo largo del día, ofrecer al organismo alimentos que nos los aporten: hidratos, proteínas, minerales, vitaminas, enzimas. Llevar una dieta variada y equilibrada a lo largo del día donde estén presentes, mayoritariamente las frutas y verduras, acompañándolas, a lo largo de la jornada, de todos los demás alimentos. También debemos tener en cuenta que, si bien carnes, pescados y huevos son fuente importante de proteínas, también podemos encontrarlas en otros productos como legumbres y frutos secos, por tanto creo que es recomendable hacer un consumo responsable de carnes, pescados y huevos e ir alternando el tipo de alimento ingerido cada día. Y por encima de todo, tratar de consumir productos de calidad de procedencia ecológica, para disminuir al máximo el consumo de tóxicos, hormonas, antibióticos o restos de cualquier sustancia que no esté presente de forma natural en los alimentos ingeridos.

Pero como siempre digo, cada persona tiene una situación particular y requerirá de un aporte energético y nutritivo individual, por lo que será necesario observarnos y escucharnos de modo que encontremos el punto de equilibrio que nos permita sentirnos enérgicos y sanos.

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